En la actual coyuntura política de la República Dominicana, nos vemos sumergidos en un mar de campañas electorales caracterizadas por su suciedad y deshonestidad. La decadencia de los partidos políticos y sus militancias ha alcanzado niveles alarmantes, llevándolos a creer que «todo vale» en la búsqueda del poder, incluso recurrir a las tácticas más bajas y carentes de ética.
La mentira, la manipulación, las ofensas, la agresión personal y la difamación son solo algunas de las armas que estos actores políticos han desplegado en su afán por captar la atención del electorado. La falta de escrúpulos de algunos políticos, respaldada por una prensa cómplice y equipos de redes sociales corruptos, así como las mafias de la comunicación y sus robots, anuncian la debacle moral de una clase política que se vuelve cada vez más obsoleta.
Es lamentable observar cómo para ganar un punto en la contienda electoral, estos políticos son capaces de aliarse con cualquier entidad o incluso de cometer actos despreciables. La integridad y la honestidad han sido sacrificadas en el altar de la ambición desmedida y la sed de poder.
La ciudadanía dominicana merece más que esta triste realidad política. Es hora de que los líderes políticos reconozcan la gravedad de la situación y se comprometan a cambiar el rumbo de la política en nuestro país. La construcción de una sociedad justa y democrática solo será posible si se prioriza el respeto, la transparencia y la honestidad en el ámbito político.
Es responsabilidad de todos los ciudadanos rechazar rotundamente estas prácticas deshonestas y exigir un cambio real en la forma en que se llevan a cabo las campañas electorales. Solo así podremos avanzar hacia un futuro en el que la política sea verdaderamente un instrumento para el bienestar de todos los dominicanos, y no un juego de intereses oscuros y egoístas.